Mañana celebramos la memoria de San Juan Pablo II, un Papa que le hizo un bien grandísimo al Camino Neocatecumenal. Os dejamos a continuación la Segunda lectura del Oficio y la oración final. Pidámosle que interceda por esta obra del Espíritu Santo, para que pueda seguir adelante a pesar de los intentos del Demonio por destruirla.
SEGUNDA
LECTURA:
De la Homilía de san Juan Pablo
II, Papa, en el inicio de su pontificado (22 de octubre 1978)
"¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!
¡Pedro vino a Roma! ¿Qué fue lo que le guió y condujo a esta Urbe,
corazón del Imperio Romano, sino la obediencia a la inspiración recibida del
Señor? Es posible que este pescador de Galilea no hubiera querido venir hasta
aquí; que hubiera preferido quedarse allá, a orillas del Lago de Genesaret, con
su barca, con sus redes. Pero guiado por el Señor, obediente a su inspiración,
llegó hasta aquí.
Según una antigua tradición durante la persecución de Nerón, Pedro
quería abandonar Roma. Pero el Señor intervino, le salió al encuentro. Pedro se
dirigió a El preguntándole: «Quo vadis, Domine?: ¿Dónde vas, Señor?». Y el
Señor le respondió enseguida: «Voy a Roma para ser crucificado por segunda
vez». Pedro volvió a Roma y permaneció aquí hasta su crucifixión.
Nuestro tiempo nos invita, nos impulsa y nos obliga a mirar al Señor y
a sumergirnos en una meditación humilde y devota sobre el misterio de la suprema
potestad del mismo Cristo. El que nació de María Virgen, el Hijo del carpintero
– como se le consideraba –, el Hijo del Dios vivo, como confesó Pedro, vino
para hacer de todos nosotros «un reino de sacerdotes».
El Concilio Vaticano II nos ha recordado el misterio de esta potestad
y el hecho de que la misión de Cristo –Sacerdote, Profeta-Maestro, Rey–
continúa en la Iglesia. Todos, todo el Pueblo de Dios participa de esta triple
misión. Y quizás en el pasado se colocaba sobre la cabeza del Papa la tiara,
esa triple corona, para expresar, por medio de tal símbolo, el designio del
Señor sobre su Iglesia, es decir, que todo el orden jerárquico de la Iglesia de
Cristo, toda su "sagrada potestad" ejercitada en ella no es otra cosa
que el servicio, servicio que tiene un objetivo único: que todo el Pueblo de
Dios participe en esta triple misión de Cristo y permanezca siempre bajo la
potestad del Señor, la cual tiene su origen no en los poderes de este mundo,
sino en el Padre celestial y en el misterio de la cruz y de la resurrección.
La potestad absoluta y también dulce y suave del Señor responde a lo
más profundo del hombre, a sus más elevadas aspiraciones de la inteligencia, de
la voluntad y del corazón. Esta potestad no habla con un lenguaje de fuerza,
sino que se expresa en la caridad y en la verdad.
El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración
fervorosa, humilde y confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en
servidor, y lo sea, de tu única potestad! ¡Servidor de tu dulce potestad!
¡Servidor de tu potestad que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea un siervo! Más
aún, siervo de tus siervos.
¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de
aceptar su potestad!
¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la
potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera!
¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a
Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas
económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura. de la
civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay
dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce!
Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo
profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el
sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se
transforma en desesperación. Permitid, pues, – os lo ruego, os lo imploro con
humildad y con confianza – permitid que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene
palabras de vida, sí, de vida eterna!".
Responsorio
R/.No tengáis miedo: el Redentor del hombre ha revelado el poder de la
cruz y ha dado la vida por nosotros. * Abrid de par en par las puertas a
Cristo.
V/.Somos llamados en la Iglesia a participar de su potestad. * Abrid.
Oración.
Oh Dios,
rico en misericordia,
que has querido que san Juan Pablo II, papa,
guiara toda tu Iglesia,
te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas,
nos concedas abrir confiadamente nuestros corazones
a la gracia salvadora de Cristo, único redentor del hombre.
Él, que vive y reina.
que has querido que san Juan Pablo II, papa,
guiara toda tu Iglesia,
te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas,
nos concedas abrir confiadamente nuestros corazones
a la gracia salvadora de Cristo, único redentor del hombre.
Él, que vive y reina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario